“El teatro no sólo me enseñó a actuar, sino que además, me dio herramientas para ser valiente”
Mi caparazón de niña tímida
Por alguna razón, solía ser una niña silenciosa, observadora, que construía muros en lugar de puentes, que vivía escondida en su propio caparazón. «Si no me ven, no podrán herirme»—esa fue mi primera lección de defensa. Temía al mundo, a la crítica y a cualquier cosa que pudiera hacerme daño. Amaba danzar, desde pequeñita lo hacía con mucha gracia y estilo, mi cuerpo aprendió a moverse, pero mi corazón seguía encerrado. Bailaba en silencio, porque aún no sabía volar, buscaba el último puesto en las coreografías, en la sombra, algo faltaba dentro de mí: una verdadera conexión con el mundo y conmigo misma.

El gran cambio: Cuando el teatro tocó mi vida
Entrar en el mundo del teatro fue como comenzar una conversación conmigo misma que había evitado durante años, llegó a mi vida como una chispa inesperada. Era algo completamente nuevo, una experiencia que no solo me sacó de mi zona de confort, sino que me enseñó a enfrentar mis miedos más profundos. Cada clase, cada ensayo y cada obra fueron como pequeñas ventanas abiertas hacia una versión más segura y auténtica de mí misma.
En las primeras sesiones, me enfrenté a situaciones que desafiaban directamente mi timidez. Había ejercicios que me pedían proyectar mi voz, ocupar el espacio con seguridad, mirarme a los ojos en el espejo y aceptar mi reflejo tal como era. Al principio, sentí pánico. Pero poco a poco, algo comenzó a cambiar.
El teatro no sólo me enseñó a actuar, sino que además, me dio herramientas para ser valiente:
- Descubrí mi voz: No solo la voz literal, sino la de la confianza para expresar lo que pensaba, sentía y soñaba, logrando hablar sin miedo, a usar mi cuerpo como una herramienta para comunicarme.
- Aprendí a escucharme y a confiar en mí misma. Cada escena me pedía explorar emociones, reacciones y gestos que nunca antes había expresado.
- Rompí barreras personales: El caparazón que me protegía se fue desvaneciendo, y me encontré con una versión de mí que ni siquiera sabía que existía. Estar en el escenario significaba enfrentar las miradas del público, pero, sorprendentemente, descubrí que esas miradas no eran de crítica, sino de conexión.
En cada ensayo, en cada diálogo y en cada personaje, sentía que mi caparazón se rompía, dejándome ser más auténtica y libre.

Lecciones de los personajes: Vidas que me transformaron
Cada personaje que interpreté fue como un maestro que me dejó enseñanzas valiosas. Algunos me ayudaron a entender el valor del amor propio, otros me enseñaron a enfrentar la adversidad con valentía. Pero lo más importante es que, a través de ellos, aprendí a aceptar mi propia historia.
Lo mágico del teatro es que, al interpretar a otros, también aprendes de ellos, regalándome una lecciones maravillosas:
- Conocí a la valiente que llevo dentro. A través de personajes que enfrentan adversidades y me mostraron que yo podía ser fuerte frente a mis propios retos.
- Descubrí el valor de la empatía. Al ponerme en los zapatos de personajes tan diferentes a mí, entendiendo que todos cargamos con miedos, sueños y luchas. Me hicieron comprender otras realidades y ver el mundo con ojos diferentes.
Acepté mi vulnerabilidad. En escenas donde mis personajes mostraban fragilidad, aprendí a abrazar mi lado más humano, sin temor a mostrarme tal como soy.
Del escenario a la vida
El teatro me ha permitido vivir mil vidas, comprender otras perspectivas y, lo más importante, entender mi propia historia desde un lugar de amor y aceptación, no solo me ha dado herramientas para ser una mejor actriz, sino también para ser una mejor persona.
Hoy, miro hacia atrás y agradezco cada momento que pasé entre bambalinas, porque esos momentos me formaron y hoy me siguen enseñando.

¿Y tú, te atreves a subir al escenario de tu vida?
El teatro me dio una segunda oportunidad para descubrirme y conectarme con los demás. Es un arte que transforma no solo a quien lo interpreta, sino también a quien lo vive desde la platea.
Si alguna vez te has sentido atrapada en tu propio caparazón, quiero decirte que no estás sola. Hay un escenario esperándote, listo para que des el primer paso, te invito a probar algo nuevo, algo que te rete. ¿Te atreverías a subir al escenario de tu vida? Cuéntame en los comentarios: ¿Cuál sería tu primer paso para superar tus miedos? Tal vez, juntas, podamos encontrar esa chispa que te ayudará a transformarte, como el teatro lo hizo conmigo.
Y recuerda: la voz más importante siempre será la tuya.
